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El caso Sortu

Hay una mala costumbre en Res Publica. Siempre que la falta de fondos impide disponer de voces más autorizadas se recurre a alguno de los socios más veteranos para que opinen sobre el último tema que nos trae la actualidad. Por eso estoy aquí de nuevo con el caso SORTU. Pueden comprender que uno no sabe de todo. Y uno no es un experto ni en derecho constitucional ni en partidos políticos. Por eso acepté escribir sobre este tema con una condición. Tocar de oído. No iba a dar mi opinión (entre otras cosas porque tampoco conozco ni los autos, ni el material probatorio que ha tenido en cuenta tramitados por la Sala del 61, ni su Sentencia más allá del fallo que impide la inscripción de SORTU como partido político tras una ajustada votación). Simplemente iba a contar lo que me han contado entendidos en la materia. Tanto a favor como en contra de la legalización de este nuevo partido.

Entre los argumentos que SORTU tenía (y tiene) a su favor para lograr su legalización (lo que previsiblemente sucederá en alguna instancia judicial posterior) he oído los siguientes:

1º.- El uso de un discurso, de una narrativa propios del Estado de Derecho. Hemos oído en sus representantes un lenguaje que hasta este momento jamás se había escuchado en la llamada izquierda abertzale.

2º.- Sus Estatutos. Impecables. Por mucho que se diga el no uso del término condena de la violencia y su sustitución por el de rechazo no puede determinar por si solo la valoración jurídica del encaje o no de tales Estatutos en la Ley de Partidos y, por ende, en la Constitución. Por otro lado no cabe exigir a SORTU en términos jurídicos, aunque sí en términos éticos, más pronunciamientos ni cumplimiento de otras exigencias que los contenidos en tales Estatutos en reflejo de las previsiones de la Ley de Partidos.

3º.- El tiempo. Los votos particulares de la segunda Sentencia del TEDH de Estrasburgo sobre las ilegalizaciones de partidos políticos de la llamada izquierda abertzale (ANV) ya apuntan a que no puede usarse como indicio probatorio, sin límite temporal, el que en el pasado algún promotor o miembro de la nueva fuerza política hubiera militado en otra ilegalizada. Creo que esta es una buena pista para el previsible caso BILDU.

4º.- La sociedad vasca. Deseosa de ver el final de ETA. Tal vez este elemento positivo lo debería haber puesto el primero porque sin él no estaríamos hablando de SORTU.

Pasemos a lo que ha jugado (y puede jugar) en contra de SORTU:

1º.- También el tiempo. Que la solicitud de su legalización (tal vez por necesidades del debate interno en la llamada izquierda abertzale) se haya aproximado demasiado en el tiempo a unos comicios electorales. Ha dado una imagen demasiado instrumental a una iniciativa que debería haberse visto como estructural y estratégica lo que en verdad parece que es.

2º.- El fraude de Ley. Lo anterior ha servido para alentar a los defensores de esta posibilidad. La de quien dice que quiere cumplir la Ley pero hace reserva mental. No puedo juzgar intenciones sin conocer la prueba habida en el proceso.

3º.- La política. Ha hecho mucho daño. Y es que ha sorprendido por un lado el poco esfuerzo material (logos, cartelería, presencia en Internet…) que la llamada izquierda abertzale ha invertido en SORTU como si tuviera el convencimiento de que no iba a ser legalizada esta iniciativa por alguna razón política. De hecho había plan B.: BILDU, a quien se le augura mejor fortuna. ¿Por qué la izquierda abertzale había de aceptar el sacrifico en primera instancia de SORTU? ¡Ay la maldita política!

Es como si las consecuencias electorales de la paz estuvieran sobredeterminando lo que vemos que otra vez más, como nos advirtió el viejo Platón con su mito de la caverna, no se corresponde con lo que pasa realmente. Todo sea por la paz.

Pero la política, en su peor sentido, también está cegando la mirada de otros agentes. Para empezar la de quienes dicen estar encantados con SORTU cuando saben que será su próximo gran rival electoral. Pero también la de quienes creen que sin ETA el problema vasco empezará de verdad y no acabará como puede parecer; y la de aquellos otros que, con el país quebrado, esperan con el fin de ETA dar lustre a sus próximos neones electorales. Me atrevo a augurar que el pueblo no comprará.

4º.- ETA. O como se ha dicho: La sombra de ETA. ¿Y si pese a todo hubiéramos vendido la piel del oso antes de cazarlo?. Esta vez me dicen que no.

Fdo. José Angel Esnaola. Abogado